miércoles, 8 de abril de 2020

Epílogo 4: Un trabajo en Italia.

En una de mis estancias en España, recibí una una noticia triste: mi antiguo tutor del trabajo de fin de carrera había fallecido. Sin él nunca hubiera hasta dónde he llegado, me explicaré mejor.
Allá por Octubre de 1991, Laura y yo nos enfrentábamos a nuestro último año de universidad. Cuando conocí mi línea de trabajo, me embargó una mezcla de emoción y miedo: me había tocado una rama que me interesaba, pero mi tutor tenía muy mala fama. Era famoso por "rechazar" a alumnos en su último año el primer día. El día en que tuve que ir a hablar con él personalmente a su despacho, apareció ante mí un señor de cincuenta y bastantes años, de pelo y barba canosos, con gafas de pasta, muy serio.
- ¿Qué desea?
- Buenos días -dije aparentando un aplomo que no tenía-, usted es mi tutor y venía a preguntarle por la línea de trabajo...
- Pase, no se quede ahí -me interrumpió-.
Mientras hablaba, extendió un esquema en una mesa de dibujo. Vi que era un corte de un motor.
- ¿Qué opina de este motor? -me dijo con seriedad, mientras me acercaba una hoja de papel con los datos técnicos-.
Tras verlo detenidamente, pude identificarlo, por las características deduje que era el Cosworth YB del Sierra RS500.
- El Cosworth YB es un gran motor, con sus puntos débiles, no es última tecnología pero actualizado convenientemente puede seguir siendo competitivo.
En aquel momento mi profesor sonrió y me dijo que teníamos que ir al banco de pruebas, que estaba situado en los sótanos de la facultad. Ante mí apareció un prototipo de motor YB, con un turbo IHI en lugar del Garrett (configuración que mas tarde montaría el Escort WRC). Me comentó que en Noviembre lo llevaría a Cosworth para su presentación, ya que el había trabajado con ellos en los 70 -en ese momento casi me desmayo al saber que él fue uno de los encargados de actualizar el mítico DFV, había conocido a James Hunt- y que estaba invitado a viajar con él a Inglaterra a visitar las instalaciones de Cosworth. Pude entrar en las instalaciones de Cosworth, conocer a sus fundadores... aún hoy se me pone la piel de gallina al recordarlo.
Pero mi relación con aquel motor inglés sólo se redujo a supervisar su rendimiento aquel día en el banco de potencia. Me informó que mi cometido sería desarrollar un motor prototipo para otra marca que llegaría en unos días. En principio de trataba de crear una versión de un V6 biturbo de dos litros a partir de un prototipo de pre-producción. Un par de semanas después llegaba a los sótanos de la facultad un precioso coche que en Abril de 1992 sería presentado en público: un increíble Maserati Ghibli de color azul. Mi trabajo de fin de carrera consistiría en crear una versión más potente del modelo para lo que me dieron carta blanca y un presupuesto sufragado por la casa italiana lo suficientemente alto para no tener que preocuparme de muchas cosas. Aún hoy me pregunto qué clase de conexiones tendría mi profesor para conseguir proyectos así.
Llegué al colegio mayor radiante, se lo conté a Laura, Llamé a mis padres... y aquella noche apenas pude dormir de la excitación. Era una oportunidad única, pero no admitirían ni el más mínimo error.

Pero aquel trabajo resultaba ser un regalo envenenado. No sólo por el desafío que en sí mismo suponía, sino porque me absorbía de tal manera que apenas dedicaba tiempo a otras actividades. Recuerdo que durante una semana apenas hablé con Laura, ella estaba muy concentrada con su proyecto, pero siempre encontraba un pequeño hueco aunque sólo fuera para preguntarme cómo me iba y yo estaba tan obsesionado con sacar mi proyecto adelante que apenas le dedicaba tiempo a ella. Recuerdo una conversación que mantuvimos y que hizo que abriera los ojos sobre la situación que estaba atravesando. Ella llegó al anochecer a mi habitación, como de costumbre se sentó en mi cama.
- ¿Cómo estás? -dijo ella-
- Bien, ya montamos el motor en el coche y acabé de configurar la centralita. Con el diferencial y turbos nuevos y toda suspensión más firme será más rápido y manejable. Ya está listo para rodar.
Ella suspiró y bajó su mirada. En ese momento me dí cuenta de que algo iba mal.
- Laura, ¿y tu proyecto? 
- ¡Vaya! Por fin te acordaste...
- Mierda, soy imbécil... Perdóname...
-Tranquilo, estoy pasándolo a máquina. Lo tengo terminado, sólo me queda pasarlo a limpio y encuadernarlo. Echaba de menos que me preguntases cómo me iba, sé que tu proyecto es muy importante y puede abrirte muchas  puertas si lo haces bien pero...
- Tienes razón -la interrumpí-. ¿Lo tuyo era de detección de alérgenos, no?
- Sí -dijo con una sonrisa-. Me sorprende que te acuerdes... te veía tan ensimismado con ese Ferrari...
- Maserati -apunté-.
- Bueno, sabía que era italiano -dijo riéndose-.
- ¿Quieres verlo?
- Me encantaría, ¿pero no sería un problema?
En aquel momento sin decir nada la tomé de la mano, cogí mi cazadora y salimos hacia mi facultad. Al llegar allí entramos por uno de los portalones del sótano. Como en la escena inicial de "Uno de los nuestros", íbamos por los oscuros pasillo mientras ella me miraba con una mezcla de incredulidad y nerviosismo.
- ¿No nos meteremos en un lío?
- Tranquila, confía en mí.


Cuando ya estábamos ante la puerta del garaje que me habían asignado, abrí, encendí las luces y la hice pasar. Ella miraba todo lo que la rodeaba sorprendida, mientras tanto, yo abría el portal que comunicaba nuestro garaje al exterior. Ella se había acercado al coche y lo estaba rodeando.
- ¿Te gusta? -dije-.
- Sí, es muy elegante.
- Sube, ¡vamos a probarlo!
- ¿Pero no te meterás en un lío?
- Algún día tenía que probarlo...
Ella me miró con dudas, se subió al coche cuando vio que yo ya estaba dentro. salimos, paré para cerrar el portalón y dimos una pequeña vuelta alrededor del campus, el tiempo suficiente para probar cómo era su aceleración y que no llamase demasiado la atención. Volvimos a la facultad, dejé el coche tal cómo estaba y salimos de vuelta al colegio mayor.
Pocos días después, y tras confesarle a mi tutor aquel test nocturno -sin ninguna consecuencia- me comentó que tras revisar mi parte escrita del proyecto, era hora de entregarlo. Para mi sorpresa había que entregarlo en Italia y el ya tenía una ruta trazada. Su idea era llevar el coche rodando hasta Barcelona, pero viajando por la cornisa Cantábrica hasta el País Vasco, desde ahí hasta Andorra por el sur de Francia para salir desde el Principado hasta la Ciudad Condal donde tomaríamos un ferry hasta Civitavecchia y desde allí hasta Módena. Tras entregarme unos mapas de carretera con las rutas marcadas, me miró y empezó a hablar.
- He trazado una ruta pensando en un uso deportivo/turístico, tendrán tiempo para parar a comer y hacer alguna visita.
- ¿Tendrán? Pensaba que iría sólo...
- ¡Lleve a su novia, hombre! Sólo queda reservar los hoteles. Yo viajaré en avió y a la vuelta vendremos todos juntos.
Me quedé sorprendido. Cierto era que Laura había venido alguna vez por mi facultad y había visto a mi profesor, pero jamás pensé que permitiese que ella viniese conmigo en aquel viaje.
Al salir de aquella reunión empecé a organizar el viaje, Laura estaba encantada. Ya había terminado su proyecto y tenía muchas ganas de aquel viaje que a mí me ilusionaba. Salimos un día a las 5 de la mañana y en cada descanso me dedicaba a verificar niveles y a tomar apuntes en una libreta que llevaba. Tras varios días de viaje, con unas compras en Andorra y tras una visita relámpago a Florencia, llegamos a Módena. En la fábrica de Maserati ya esperaba mi tutor y unos japoneses de la casa IHI, que eran los suministradores de los turbos. Probaron el coches y tras darme sus felicitaciones los ingenieros italianos y los japoneses, nos comentaron que lo llevarían al circuito de Imola para compararlo con la versíon de Base, el V6 Biturbo 2.0. En los test en aquel circuito, recuerdo que mi proyecto fue más rápido y con mejor manejo que el de base, incluso me dejaron dar varias vueltas por aquel legendario trazado.


Por desgracia, el coste de producirlo era muy elevado y el proyecto acabó guardado en el museo de la marca. Sin embargo, los técnicos de IHI quedaron maravillados con mi trabajo, me animaron -junto con mi profesor- a escribir unos artículos sobre ello y al final, acabé trabajando con ellos, como ya os había contado.

Tras llegar del entierro de mi viejo profesor, busqué entre mis archivos y encontré un dvd con el material que grabamos Laura y yo de nuestro viaje. Recuerdo que una de las compras que hicimos en Andorra fue una videocámara con la que documentamos nuestro viaje. Ante el peligro de que la vieja cinta VHS fuese víctima de la humedad y se perdiese aquel maravilloso recuerdo, decidimos pasarla a DVD junto con otras cintas hacía un tiempo. Al comentar con mi familia que quería verlo, Laura y Cristina aceptaron verlo conmigo.

Laura salía preciosa en aquel vídeo, mirando al mar desde el ferry, pidiéndome que dejase de grabarla. Pero había una escena hacia el final que era realmente tierna. Era en la habitación del hotel de Módena, por la mañana y ella acababa de vestirse y se estaba cepillando el pelo con la radio encendida, sonaba "La bambola" de Patty Pravo.


Usando el cepillo a modo de micro, cantaba aquella canción y bailaba feliz, sonriente. Yo la grababa y ella empezó a cantar mirando a la cámara. Cuando acabó la canción empezó a hablar.
- ¿Qué haces?
- Grabarte, voy a mandar el vídeo a la tele a ver si te envían a Eurovisión.
- ¡No te creo! Está la cámara apagada... ¡Eh! ¡Está encendida! ¡ Qué vergüenza!
- Para los que lo vean en el futuro: mi chica no sólo es la más guapa y la más lista, también canta bien.
Ella se sentó en la cama y un poco enfurruñada miró a la cámara.
- Y mi novio es un poco tonto - se levantó, tomó la cámara y me enfocó-. ¡Ahí está!

Cuando acabamos de ver aquella filmación estábamos muy emocionados. Nuestra hija se partía de risa. Luego nos preguntó cosas de aquel viaje. Habían pasado muchos años, yo seguía enamorado de ella como el primer día y no podía quejarme de nada: formé una familia estupenda con la mujer que amo y tenía una hija maravillosa que me alegraba la vida todos los días. Sin ellas, nunca podría haber sido tan feliz.

jueves, 29 de diciembre de 2016

Epílogo 3: Caballos en la niebla.

A veces, el destino nos da cosas increíbles. Poco tiempo después de mi último viaje a Japón y tras un montón de años trabajando para la misma empresa, me encontré con la decisión de la cúpula directiva de cerrar el departamento de competición. Me proponían trabajar en el desarrollo de turbinas de aviación o en automoción general, pero aquello no era lo mío. Pero un buen día, me llevé la sorpresa de mi vida. Si a principios de los 90 era un joven ingeniero que hizo las maletas para irse a Japón y trabajar en el desarrollo de uno de los mejores motores de carreras de la historia, ahora era un ingeniero (que se había sacado el doctorado) con bastante experiencia en motores de carreras, con mucho por aprender, pero que no estaba dispuesto a cambiar de aires. Mientras redactaba mi carta de dimisión, una llamada de teléfono me devolvió la ilusión y volví a sentirme un recién licenciado: Porsche tenía un hueco para mí. Trabajaría en el  desarrollo del 919 Hybrid.
Reuní a mi familia en el salón y comenté el tema. No tendría que vivir en Alemania, pero si pasar allí la época de pretemporada y la del parón veraniego del WEC. Laura y mi hija me dijeron que adelante. Así, cumplí uno de mis sueños, ser ingeniero en una gran marca de deportivos.
Una vez que acepté el trabajo, semanas antes de irme a Alemania, empecé a hacer limpieza en el garaje, vendí mi GT-R a mi amiga de toda la vida, sabía que quedaba en buena manos. Me deshice también de mi antiguo 240Z, lo cambié por un Porsche 993 Turbo necesitado de una restauración. También hice alguna reparación/mejora de los coches de algunos conocidos o amigos, como la preparación del turbo de un Alfa Romeo Giuletta de un chico llamado Cristian que buscaba algo más de rendimiento en su motor.
Cuando apenas faltaban días para que me fuese a Alemania, me encontré en un mueble del salón una de estas cajas de cartón decoradas, con asas, de las que se usan como archivador. Dentro de ella estaban un montón de cosas de mi juventud. Me puse a revisar su contenido y me encontré con varias revistas de coches y varias cartas. Cuando tenía trece o catorce años había escrito una carta a Porsche contando lo enamorado que estaba de sus modelos. Me contestaron que cuando tuviese edad para conducir que estarían encantados de que yo fuese su cliente. Con la carta venía un catálogo de la marca, que también estaba en aquella caja. Encontré otra carta que había escrito a principios de lo 80 a Hans Mezger, ingeniero de motores de Porsche, contándole que deseaba seguir su camino y que él era un referente para mí, también le pregunté por un motor de F1 que estaban desarrollando. Mi sorpresa fue que Mezger me había contestado a aquella carta, diciendo que si quería ser ingeniero luchase por serlo y que una persona joven quisiese ser ingeniero por su inspiración era algo que le llenaba de alegría.
Estaba mirando qué más había en la caja cuando mi hija se sentó en el sofá, a mi lado.
- ¡Hola papá! ¿Qué haces?
- Hola, estaba mirando cosas de hace mil años. Mira -le dije con una foto en mis manos- estos somos tu madre y yo con veinte años, más o menos.
- ¿Por qué llevabas uniforme militar?
- Estaba haciendo la mili, y tu madre vino a visitarme al cuartel.
Recordaba perfectamente aquella visita, como había salido corriendo a su encuentro. Mi "mili" fue bastante suave, gracias a que mi abuelo era capitán, pude complementar mi formación como ingeniero, además estaba al cuidado de un viejo amigo suyo, que me permitía quedarme en su casa y me cuidaba como uno más de sus nietos. De todos modos, hice el servicio por expreso deseo de mi abuelo, me dijo que la hiciera, que no le gustaría que nadie le sacase los colores porque su nieto no hacía la "mili", a cambio me prometía que no lo pasaría mal.
Seguí mirando fotos, muchas de nuestra época universitaria, una de un viaje a Londres con unos amigos, cuando los policías españoles dieron por hecho que éramos una más de las parejas que iban a Inglaterra a abortar y hacían caso omiso a nuestras explicaciones... muchos recuerdos.
- Papá, no me gusta que tengas que irte a Alemania...-dijo mi hija-.
Miré a Cristina, parecía triste. La mirada que me devolvió me hizo recordar a su madre, sus ojos eran los mismos que los de Laura cuando ella estaba disgustada o triste.
- Tranquila, lo peor de todo es que no vamos a pasar el verano juntos, pero en Navidades estaré aquí, y en Semana Santa, cuando te den las vacaciones en el instituto podéis venir a visitarme. Además, hablaremos todos los días por Skype...
- Ya, pero no es lo mismo...
La abracé, Laura entró en el salón y vino a sentarse también. Su mirada era parecida a la de mi hija. Pocos días después esas caras largas se repetían en el aeropuerto. Volvía a subirme a un avión para ir al trabajo. A diferencia de cuando me fui a Japón, ahora me iba solo. Experimenté esa morriña que sentimos todos los gallegos al estar lejos de nuestra familia y tierra. Desde luego, como decimos nosotros para Terra a nosa.

Lo primero que hice al llegar a Weissach, fue llamar a casa y decirles que estaba bien. Esa misma noche mantuvimos una larga conversación por Skype.
Mi trabajo me encantaba, el desarrollo del 919 Hybrid para la temporada 2015 estaba finalizado, pero en las últimas carreras hicimos una serie de tests con vistas a la temporada 2016. Pedí que me dejasen probar el coche en la pista de pruebas, quería comprobar que los datos que reflejaba el banco tenían algo que ver con la realidad. La sorpresa de pilotos y compañeros fue mayúscula, pero accedieron a que probase el coche ante mi insistencia. De poco me servía ayudar al piloto si no podía entender lo que sentía en el coche.
También conocí a Hans Mezger, lo que fue todo un honor para mí. Me hizo casi tanta ilusión como cuando Laura y Cristina vinieron a verme a Weissach.
Con el motivo de la victoria en el campeonato de constructores del WEC, Porsche me ofrecía un importante descuento para comprar uno de sus coches, aprovechando la situación, compré un Turbo S plateado, así recordaba el 930 que aún conduce mi tío. Laura, a pesar de que le encantaban los Porsche, no compartía la misma alegría que yo ya que "aún tienes el 911 viejo sin restaurar y ahora llenas otra vez el garaje con este nuevo".
Cuando tuve la oportunidad de volver a casa, aparte de conducir mi flamante Turbo S, mandé el 993 al taller, donde lo restauraron de chapa y pintura. Sin embargo, el motor estaba en la últimas y el interior hecho un asco, la tapicería estaba muy desgastada. Por eso, di la orden en el taller de convertirlo en biplaza y ocupar el sitio del asiento trasero con un portaequipajes.
Un día, el proyecto del 993 sufrió un giro inesperado, Akira Nakai, con el que mantengo el contacto me habló por Skype, le comenté lo de mi Porsche y se ofreció para instalarle uno de sus kits de carrocería. Me prometió venir en mis próximas vacaciones, diciéndome que preparase el motor todo lo que yo quisiese, que el se encargaba de fabricar un kit para mí. Me había preguntado qué estilo me gustaría que tuviese el coche, yo lo tenía muy claro: algo clásico.
Estando ya de regreso en Alemania, Laura me dijo que acababan de llegar unas cajas enormes de madera procedentes de Japón para mí mandadas por Akira. Ella ya sabía mis planes para el 993, pero no contaba con que aquel kit fuese tan voluminoso.
El tiempo me pasó de manera horrorosamente lenta hasta que pude meter mano a mi 993 con Akira. El primer día le enseñé el garaje e hicimos algo de turismo. En la cena con mi familia se sorprendió de que mi hija supiese hablar un poco de japonés.
- Tengo que decirte que tienes un garaje enorme.
- Es cierto, Laura y yo hicimos un pacto al hacer la casa. Ella se encargaría de la decoración a cambio de que el garaje fuese como yo quisiese.
La verdad es que nuestro garaje era tan grande como la planta de la casa. La construimos al poco tiempo tiempo de volver a Japón, en unos terrenos cerca de la casa de mis padres. Era una parcela grande, los que nos permitió tener dos jardines. En el trasero, ya que la casa tenía un porche, hicimos una piscina, que hacía las delicias de Cristina y sus amigas en verano. En el garaje instalé una ducha y un aseo completo, por motivos prácticos.
Akira decidió dormir en el garaje, a pesar de que le habíamos preparado una habitación, él prefería estar lo más cerca del 993 que pudiera. Normalmente él hace toda la preparación, pero en mi caso, su confianza en mi era tal que me dejó trabajar a mi aire y que tomase las decisiones que quisiese en cuanto a la preparación del motor. Así, subí la cilindrada a 4 litros, reforzando bloque y cigüeñal, árboles de levas Cosworth, turbos más grande y modernos, una electrónica programable y un escape de acero inoxidable a medida. Cuando abrimos las cajas y empezamos a examinar su contenido enseguida vi que Akira había entendido perfectamente lo que quería: un 993 con aspecto de coche de carreras. La suspensión y los frenos, heredados de la competición.
Laura y Cristina se quedaban sorprendidas por el método de trabajo de aquel japonés que tenía horarios imposibles y que fumaba mucho. Cristina muchas veces venía al garaje y se sentaba en silencio, observando como Akira tomaba medidas en una aleta con infinita paciencia y totalmente abstraído del mundo exterior. Cuando él "aterrizaba de su planeta", solía mirarla y sonreir.
Cuando lo tuvo listo dimos un pequeño recorrido con él, le sacó fotos y las envió a Japón. Decía que era el coche más potente que había preparado, ya que con el mapa motor más agresivo superaba los 650 CV.

Akira volvió a Japón, y yo tuve que volver a Alemania al acabarse las vacaciones.

El tiempo en Alemania me pasaba lentamente. Este 2016 no fue malo en lo profesional. La visita de mi hija y esposa fue algo que deseaba con mucha fuerza, al igual que las vacaciones de Navidad. Este año, decidí darle una sorpresa a mi hija. Estábamos hablando por Skype, Laura ya sabía mis planes, pero se los calló.
- Papá ¿cuándo vienes de vacaciones?
- Este año no puedo ir, cielo. Me necesitan para probar un motor nuevo. Lo siento...
En ese momento recapacité sobre mi broma, la pobre casi se echa a llorar, dejó la conversación y nos quedamos solos Laura y yo.
- Se lo ha tragado -dije-.
- Ya, pero te has pasado... hoy ha estado toda ilusionada, estuve lavando los coches pensando en que llegabas y quería que los vieses relucientes...
- Sí, me da mucha pena...
El día acordado con Laura, vino a recogerme al aeropuerto, a Cristina le dijo que salía a hacer la compra, pero no quiso acompañarla. Al llegar a casa, Cristina salió a ayudar a Laura, pero casi se desmaya cuando me vio, corrí a abrazarla y le pedí disculpas. Estaba muy contenta. Mi amiga, la que tiene mi antiguo GT-R vino a cenar con nosotros aquella noche, quedamos de dar una vuelta a la mañana siguiente, me apetecía rodar con el 993.
A la mañana siguiente, muy temprano, con niebla, nos pusimos a rodar por carreteras desérticas, a ritmo rápido, pero sin arriesgar.

Volví a sentir algo parecido a cuando militaba en el Mid Night Club, aquella sensación increíble al acelerar, las pulsaciones rápidas, el corazón desbocado... pero aquello fue corto, no lo necesitaba como cuando estaba en Japón, ahora la conciencia se imponía. Como si se tratase de un mandamiento: no correrás. De todas formas, explore bastante la conducción del Porsche, una aceleración increíble, un comportamiento bastante agresivo al límite, frenada brutal y un sonido celestial.
Al día siguiente, también a la mañana y con niebla, salí a dar una vuelta yo solo. Tras unas dos horas, acabé aparcando en el rompeolas, el mar estaba bastante calmado, su sonido era tranquilizante. Me apoyé a la barandilla y me puse a mirar al mar.


No sé cuanto tiempo pude pasar mirando aquella estampa, mirando a la gente ir y venir, pensando en mis cosas... cuando de repente oí un ruido de motor, me giré y vi mi antiguo GT-R. Me senté en la barandilla mientras mi amiga se acercaba a mi posición y se sentaba a mi lado.
- No has cambiado nada -dijo. Cazadora de cuero, vaqueros, enamorado de la misma chica desde hace años... Eres muy predecible...
- ¿Eso es malo?
- Para nada, Fittipaldi. ¿Cuando vuelves a Alemania?
- A mediados de enero. ¿Vendréis a visitarme?
- Posiblemente... Oye, ¿aquélla no es tu hija?
Miré y vi a mi hija con sus amigas, se acercaron a saludarnos. Una de ellas me preguntó si mi 993 era de carreras. Otra dijo que una vez que la llevé en el 993 me viera hacer una cosa muy rara, pisaba primero el embrague, y antes de reducir una marcha pisaba el acelerador y otra vez el embrague antes de meter marcha. Cuando se iban, las observé, ¡quién me diera volver a esa edad! Con toda la vida por delante...





lunes, 18 de abril de 2016

Epílgo 2: Ahora o nunca.

Cuando los viernes volvía a casa de mis padres, una de las primeras cosas que hacía era telefonear a mis amigos para quedar en aquel banco del parque al que acudíamos todas las tardes tras salir de clase. Mis amigos de toda la vida eran dos: un chico y una chica. A mucha gente le costaba entender que una chica fuese mi mejor amiga. La mayoría de compañeros de clase y de profesores les parecía ver que mi mejor amigo y yo competíamos por conseguir el amor de aquella chica. Algo totalmente descabellado, nos considerábamos como hermanos, al final, casi nadie se creía que cada uno de ellos tuviese pareja. En aquella época, finales de 1987, el único "soltero y entero" era yo.
Aquella tarde cuando llegué al parque, ellos ya estaban allí. Siempre que nos reuníamos, ellos se abstenían de traer a sus parejas. Aparqué cerca del banco y me acerqué a ellos.
- ¡Hombre! Ya llegó el ingeniero...
- Perdonad, llego algo tarde.
Ellos me hicieron un hueco y me senté cómodamente en el respaldo del banco. Ella me pasó un paquete de pipas y yo les acerqué la bolsa que traía, con latas de Coca-Cola.
Empezamos a hablar de los temas de siempre, coches, la vida en general... hasta que ella, se hizo la dueña de la conversación.
- Bueno, Fittipaldi -mis amigos me apodaron así desde pequeño-, cada vez que hablas de la uni, sacas en la conversación a una tal Laura, ¿quién es?
- Una chica...
- ¡No me había dado cuenta, oye! -dijo él, irónico-.
- Espera -dijo ella-, míralo, se acaba de poner rojo... A ver cuéntanos.
Por un segundo, me pareció estar en aquella escena de "Grease", en la que los protagonistas cantaban la canción "Summer days" y sus amigos les pedían que contasen más al grito de "Tell me more".
- Pues es rubia...
- ¡Lo sabía! -dijo ella, alzando el puño como gesto de victoria-.
- ¡No me interrumpas! Estudia Química, es simpática. Casi siempre coincidimos en el comedor y esas cosas.
- ¿Qué casi siempre coincidís? -dijo ella-. ¿Cuando te ve sonríe?
- Sí.
- ¿Cuándo habla contigo te toca? En plan, te toca el brazo, te acaricia un hombro...
-  Sí. Oye, ¿esto es un interrogatorio?
Ellos se miraron entre sí para luego mirarme fijamente.
- Tío, le gustas mucho -dijo él-.
- Mira, te lo digo yo, que soy mujer y tu mejor amiga. A esa chica le gustas, está esperando a que des el primer paso. En serio, invítala a tomar algo.
- ¿Y tu sabes si me gusta a mí?
- Mírate -dijo ella-. Estás coladito por ella. Pones una cara cuando hablas de ella que lo dice todo. Hazme caso, tienes una oportunidad de oro.
Nuestra reunión, siguió hasta que oscureció, acerqué a mis amigos a sus casas. Mientras conducía hacia la casa de mis padres, pensaba en lo que me habían dicho mis amigos, lo tenía claro, tan pronto como viera a Laura.
El lunes coincidí con Laura, tanto al desayuno como al almuerzo. Por la tarde, estuve repasando los apuntes de la clase, acabé pronto, por lo que decidí bajar a la cafetería del colegio mayor para tomar un café y leer el resumen de la temporada 1987 de la F1. Allí, acompañado de un buen café con leche doble, levantaba la mirada del papel para mirar por la ventana, observando a la gente que entraba y salía del colegio. Vi a Paula y a Laura pasar por delante de la ventana. Paula me había visto y había hecho un gesto a Laura, ambas saludaron con la mano, a lo que contesté levantando mi mano derecha sonriendo. Al cabo de un rato, ellas aparecieron en la cafetería, Paula cargaba con unos libros, Laura llevaba su bolso al hombro.
- ¡Hola! -dijo Laura-.
- ¿Qué tal chicas? ¿Os apetece un café?
- Lo siento, no puedo quedarme -dijo Paula-. Tengo que entregar un boletín para mañana y voy apuradísima.
- Yo me quedo -dijo Laura-. Es que no me gusta molestarla cuando tiene trabajo y yo no tengo nada que hacer.
Paula dijo que subía a su habitación antes de despedirse.
- ¿Qué estás leyendo? -me preguntó Laura sonriendo-.
- El resumen de la temporada de Fórmula 1.
- Ah... Siempre me he preguntado por qué los Fórmula Uno tienen esa forma.
- Es por culpa del efecto suelo.
- ¿Efecto suelo?
- Sí, la forma es la del ala de un avión invertida, así el aire que pasa por encima del coche va más despacio que el que pasa por abajo, empujándolo contra el suelo, eso hace que se agarre al asfalto -mientras decía todo eso, le dibujaba un esquema en una servilleta con un bolígrafo-.
- Ah, vale...
- Te estoy aburriendo, ¿verdad?
- No, no es eso. Se nota que estudias Ingenieria por vocación.. Una pregunta, ahora que lo veo ahí escrito, ¿qué eso de "Turbo? Lo vi también en coches por la calle.
- Es una especie de bomba de aire. Comprime el aire que va a entrar en el motor...
- Claro, como toda combustión necesita oxígeno... ¡qué se note que estudio Química!
Laura se reía mientras decía aquella frase. La miré y vi como se ponía un poco colorada y miraba mi revista.
- Me encanta este coche amarillo.


- Es un Lotus. Su piloto es una bestia, estoy seguro que llegará muy lejos.
- ¿Cómo se llama?
- Ayrton Senna, es brasileño.
Ella levantó la mirada de la revista y se arregló el pelo. Me miró sonriente.
- Tengo que contarte una cosa, hoy he ido a una entrevista, he conseguido un trabajo.
- Ah sí.
- Sí. Por las tardes voy a cuidar a un niño. Iré a recogerlo del colegio, hacerle la merienda, ayudarle con los deberes...
- ¿Te gustan los niños pequeños?
- Sí, además se me dan muy bien. Empiezo la semana que viene.
En ese momento recordé la charla con mis amigos, era la oportunidad perfecta.
- Laura, ya que a partir de la semana que viene estarás ocupada, ¿te gustaría salir este jueves?
- Sí -ella contestó con una gran sonrisa-. Me apetece salir a tomar algo, desde que empezaron las clases sólo he salido el día de la fiesta de bienvenida.
Estuve muy ansioso hasta que llegó el día. Lo marqué en el calendario como si de un examen se tratase, contando las horas con nerviosismo. Al llegar el jueves indicado, después de cenar, me apresuré para tomar una ducha. Mientras me peinaba, me miraba al espejo, ¿seguro que estaba bien vestido? ¿Le gustaría mi camisa?


"Ahora o nunca", me repetía. Era una oportunidad de oro. Cuando acabé me dirigí a su habitación, llamé a la puerta y me abrió Paula.
- Pasa, Laura está acabando de arreglarse, está en el baño.
- ¿Tú también sales hoy?
- Sí, he quedado con mi novio.
En ese momento, Laura salió del baño. Llevaba un vestido blanco, el pelo suelto... estaba preciosa.
- ¡Hola! ¿Llevabas mucho tiempo aquí? ¡Me encanta tu camisa!
- Gracias. Acabó de llegar. ¿Vamos bajando?
- Sí.
Los tres salimos del colegio mayor, el novio de Paula estaba esperándola fuera y ella fue corriendo a besarlo.
- ¿Nosotros a dónde vamos? -preguntó Laura-.
- No sé. ¿Te apetece ir a bailar?
- Sí. Es buena idea.
Ambos fuimos caminando hacia la zona de marcha de la ciudad, muy cerca del campus de la universidad. Mientras caminábamos, Laura me iba contando las inquietudes y retos que les suponía la carrera. Ambos compartíamos muchas inquietudes en ese aspecto.
Entramos en una discoteca que estaba de moda, abarrotada de gente. Nos acercamos a la barra y pedimos unas bebidas: gin-tonic para ella, cubata para mí. Mientras bebíamos, no podía dejar de pensar en cómo romper el hielo y empezar el ligoteo.
- Bueno, Laura, entonces... ¿Te gusta bailar?
- Sí, me encanta. ¡Oh! ¡Me encanta esta canción! ¿Bailas conmigo?
- ¡Encantado!

Ella me tomó del brazo y fuimos a la pista, se movía al ritmo de la música de una manera espectacular, acercando su cuerpo hacia mí. Yo no podía seguirle el ritmo, intentaba bailar de manera que no hiciese el ridículo. La siguiente canción era "No todo es lo que parece" de Aerolíneas Federales, entonces me acerqué  ella, lleno de fuerzas.
- Laura, tengo ganas de contarte una cosa.
- Dime -contestó sonriendo-.
Me acerqué a ella y la besé. Ella me miró a los ojos sonriendo, me rodeó el cuello y la abracé por la cintura. Entonces fue ella quien me besó a mí.
Al cabo de un rato, no recuerdo cuanto tiempo porque yo estaba en una nube, nos fuimos de allí. Mientras caminábamos de vuelta al colegio mayor, ella me cogió de la mano y miró fijamente a los ojos. 
- Mira -dijo ella-, ¿esto va en serio?
- Claro.
- Es que, tengo dudas...
En ese momento me asusté muchísimo, la miré, ella me devolvió la mirada con dulzura.
- Me explico, es la primera vez que me pasa esto, tengo miedo... Pero estoy segura de que quiero salir contigo. Me gustas muchísimo.
- Yo también, sólo quiero estar contigo.
En ese momento, me solté de su mano y la tomé por la cintura, ella hizo lo mismo, mirándome a los ojos y nos besamos. Cuando llegamos al colegio mayor, la acompañé a su puerta. Nos despedimos con un beso. Ella cerró su puerta muy despacio, me lanzó un beso y susurró un "buenas noches".
A la mañana siguiente, a las ocho y media dela mañana, alguien llamó a mi puerta. Era Laura, la invité a entrar. Al cerrar la puerta la besé. 
- ¿Cómo has dormido, Laura?
- Bastante bien, ¿y tú?
- Bien.
- Quería verte antes de desayunar. Estar un rato contigo a solas.
- Yo también quería verte. Gracias por venir.
- Este curso me estaba pareciendo una tortura, ahora que... bueno... que salimos juntos, estoy mas contenta.
- A mí me pasa lo mismo, Laura. Haré todo lo posible por hacerte feliz.
Ella sonrió y me besó. Bajamos al comedor a desayunar, sin haberme dado cuenta, le había cogido la mano. Todos en el comedor nos miraban. Paula nos miró sonriente. Nos sentamos en la mesa y desayunamos. Cuando salíamos hacia la facultad, nos despedimos con un largo beso. No sé que me dieron en aquella clase, sólo podía pensar en Laura.
Llegó el fin de semana, llevé a Laura y a Paula a la estación de autobuses y tras despedirnos, yo volví a casa. Cuando quedé con mis amigos, les conté lo que había pasado, ellos habían acertado. Ahora salía con la chica de mis sueños, era feliz, muy feliz. 
El fin de semana se me hizo largo, no dejaba de pensar en Laura. El domingo, cuando estaba aparcando en el colegio mayor, vi a Laura asomada a su ventana. Descargué mi maleta, cerré el coche y comprobé si estaba cerrado. Cuando iba a franquear la puerta, Laura aparecía corriendo, sonriendo. Me dio un beso, pero noté que su respiración era agitada.
- Por qué corriste tanto? -pregunté-.
- Te estaba esperando. Tenía muchas ganas de verte.
La tomé de su mano izquierda, cargando mi maleta con mi mano libre. Entré en mi habitación y la invité a entrar. Ella se sentó en la silla de mi escritorio mientras tanto me observaba en silencio, viendo cómo organizaba toda mi ropa en el armario. Cuando acabé, ella miraba el montón de revistas de coches que tenía en la mesa.
- ¿De que marca es tu coche?
- Es un Rover Vitesse. Era de mi tío. Lo preparó con piezas que vinieron de Inglaterra.
- Es muy rápido. El día que nos llevaste a dar una vuelta me quedé pegada al asiento.
- Yo quería otro coche, pero mi tío se fue a trabajar al extranjero y me lo regaló.
- Bueno, por lo menos tienes familia...
Dijo eso con una voz muy triste, empezó a llorar. La abracé intentando calmarla. Ella empezó a hablar entre balbuceos.
- Mi madre murió de cáncer cuando yo tenía cinco años. Mi padre, un día me llevó a casa de mis abuelos y nunca más volví a saber de él. Sé que se volvió casar y que tengo dos hermanas pequeñas, con ellas y con su madre me hablo. Mis abuelos murieron en un accidente el año pasado. Los padres de Paula me ayudaron muchísimo, pero me siempre me sentí sola.
- Vaya, lo siento mucho.
- No te preocupes, gracias. Me encuentro mucho mejor al contártelo. Además, ahora ya no estoy sola, te tengo a tí -dijo sonriendo-.
- Laura, voy a hacer todo lo posible por hacerte feliz.
Ella me abrazó, estaba anocheciendo. Abrazados, con su cabeza apoyada en mi hombro, estuvimos un buen rato mirando la puesta de sol a través de mi ventana.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Unas palabras del autor

Hace aproximadamente un año por estas fechas que publicaba el primer capítulo de esta historia. A raíz de leer un artículo sobre la banda Mid Night Club, me quedé totalmente fascinado con su historia. Se trataba de uno de los clubes de corredores callejeros más elitistas de todo Japón, sólo los mejores eran admitidos en él. De hecho, sólo tuvieron una derrota, un tal Hiro, con un 300ZX de 800 caballos fue el primero y único que los derrotó. Su notoriedad era tan palpable que revistas especializadas en tuning de Japón cubrían las batallas de estos pilotos como si se tratase de Grandes Premios, alcanzando repercusión también en el extranjero (revistas danesas y británicas, así como el periodista de televisión inglés Jeremy Clarkson).

Fue a partir de aquí cuando empecé a hilvanar una serie de hechos reales con otros totalmente ficticios. Toshi y Hiro sí fueron miembros reales del Mid Night Club, Kazuhiko "Smokey" Nagata fue -supuestamente- uno de los miembros originales del Club, y existió realmente un 911 llamado "Yoshida Special" aunque desconozco si su nombre era Masao, así como su profesión. Tampoco sé si Akira Nakai tuvo relación con ellos, pero me parecía una buena idea incorporarlo al elenco de personajes. En otros aspectos, me he inspirado en personaje de series anime como "Wangan Midnight" -principalmente- e "Initial D".

Lo cierto es que el secretismo que rodeaba al Club, así como un aura de epicidad y misterio que aún hoy rodea a la banda, lo convertían en un tema muy atractivo para escribir una historia. La búsqueda de la máxima velocidad, con desprecio de otras modalidades de carreras ilegales que consideraban para débiles (frase dicha por uno de sus miembros), el encubrimiento de las batallas mediante anuncios en periódicos, el cumplimiento de una especie de código ético en el que se valoraba la seguridad del resto de conductores, suponiendo su incumplimiento la expulsión del club (y que también causó su disolución) o el castigo a quien llevase insignias del club sin ser miembro de pleno derecho fueron hechos reales que han sido contrastados.

A la hora de diseñar los personajes principales, "Devil" y Laura, Me surgieron pequeñas dudas secundarias. En principio, tenía muy claro que el protagonista iba a ser un ingeniero que era enviado a Japón a trabajar. El problema fue la elección del coche que iba a conducir en su etapa pre-japonesa. El primer candidato iba a ser un Alfetta GTV6, pero al final me decanté por el Rover. Lo que buscaba con este personaje era mostrar la dualidad de una persona: en un campo de su vida puede gozar de éxitos (reputado y respetado piloto ilegal e ingeniero) mientras que en otro, su vida puede ser un desastre.

El personaje de Laura me planteó en primer lugar la duda sobre que carrera iba a estudiar. Medicina, Biología... al final me decanté por Química. Ella representaría a una mujer compasiva, dulce y cariñosa, fuerte, pero a la vez muy frágil, que tras haber vivido una vida llena de penurias y soledad, descubría en la persona de "Devil" un poco de felicidad. En algún momento se llega a sentir despechada y traicionada, pero es capaz de perdonarlo todo si ve arrepentimiento sincero en quien la ha lastimado. Es una de esas personas que no tienen odio en su corazón.

Bueno, ahora me gustaría comentar un par de cosas que podemos considerar "escenas eliminadas". Allá van:
- Tenía pensado escribir una escena en la cual "Devil", en su época universitaria, se lanzaba a toda velocidad por una carretera, con una temeridad manifiesta, para llegar puntual a una cita con Laura. La cita sería en un mirador, donde ella estaría esperándolo apoyada en su coche (barajé la idea de que ella condujese un Seat 1430 Sport "Bocanegra"). Sería un homenaje al corto "C'était un rendezvous".
- En su época universitaria, Laura tendría crisis de ansiedad y tendencias depresivas. Deseché la idea, preferí que Laura fuese un personaje fuerte, aunque se mostrase frágil ante la gente en la que confiase. Iba a ser una chica tímida y retraída, pero preferí que fuese sociable, segura de sí misma y amable, aunque a los ojos de "Devil", esa seguridad en si misma de Laura al hablarle ella a él -muy interesada en conocerle- le pareciese superioridad.
- Laura y "Devil" sobrevivirían al ataque terrorista que sufrió el metro de Tokyo en 1995.
- La hija de los protagonistas iba a llamarse Andrea.

Para finalizar, gracias a todos los que hayan leído esta historia.


domingo, 5 de abril de 2015

Epílogo: Verano de 1988.

Ya habíamos acabado los exámenes, era un jueves. Laura y yo nos habíamos quedado en el colegio mayor unos días más para consultar las listas de las notas. Yo ya tenía todos mis resultados, había aprobado todo, con unas notas muy buenas. Aquella tarde se me estaba haciendo eterna. Durante el curso, Laura había encontrado un trabajo, cuidaba de un niño por las tardes, ganando un dinero que le venía muy bien. Cómo se organizaba para estudiar y trabajar, era algo digno de elogio y admiración. Salía a las siete de la tarde, fui a esperarla, cuando salió, fuimos a su facultad. Ella estaba bastante nerviosa, aspiraba a sacar una nota muy alta en una asignatura muy complicada. Quería conseguir una beca para el curso siguiente. Cuando llegamos, el profesor estaba colgando en el tablón las notas. Al vernos se giró.
- Buenas tardes. La felicito señorita, ha sacado la nota más alta de la clase. Me ha impresionado.
- Gracias -dijo Laura, algo sonrojada-.
- Que pase un buen verano. 
- Igualmente, profesor.
Laura miró la lista con curiosidad. El número de suspensos era altísimo. Por lo que me había contado, su clase estaba plagada de repetidores, incluída gente que le faltaba sólo esa asignatura para licenciarse.
- Laura, ¿cómo te ha ido?
Ella dió un pequeño salto, se giró sonriendo y me abrazó.
- ¡Genial! ¡He sacado matrícula!
- Me alegro.
- ¿A ti cómo te fue en Física?
- Fue la peor de todas, un 7'5. Pero no me quejo.
Tanto sacrificio y horas de sueño robadas habían merecido la pena. Aquella noche después de cenar, Laura vino a mi habitación. Yo ya tenía todo recogido, listo para irme al día siguiente. Cuando ella entró, parecía algo triste.
- ¿Te encuentras bien? -le pregunté-.
- Sí... Es que pensar que mañana nos vamos y no vernos durante todo el verano...
- Bueno, las clases no empiezan hasta octubre, y yo tengo que hacer la mili los meses de julio y agosto. En septiembre nos veremos todas las veces que lo desees.
- ¿me escribirás desde el cuartel?
- Claro que sí, cielo -en ese momento la abracé-. Cada dos días te mandaré una carta.
Ella me miró con los ojos brillantes y me abrazó con mucha fuerza. Me besó, me dejé llevar y acabamos tumbados sobre mi cama. Ella se incorporó, me miraba fijamente. Ella abrió varios botones de su blusa. Sonriendo empezó a desnudarse, después se tumbó a mi lado, me besó.
- Me gustaría que guardásemos un bonito recuerdo de esta noche.
- Lilí,  ¿Estás preparada?
- Sí. Nunca he estado tan segura.
- Uf, que nervios...
- Ya, yo también estoy muy nerviosa...
- Si notas algo, o te duele...
- No te preocupes.
Ella me abrazó, la besé y entrelacé mis dedos con los suyos, ella me agarraba la mano con fuerza y sonreía.


Por la mañana, ella estaba abrazada a mí, con su brazo derecho rodeando mi torso. Tenía la cabeza apoyada sobre mi hombro y yo la rodeaba con mi brazo. La miré a los ojos y ella me devolvió la mirada. Sonreía. Había sido una noche maravillosa. Me dolía tener que hacer el equipaje y saber que no volvería volver a verla hasta octubre. Por mucho que nos escribiésemos y hablásemos por teléfono, no era lo mismo. 
Cuando dejamos nuestras habitaciones del colegio mayor, ella parecía más triste que yo, alguna lágrima cayó por su mejilla. 
- Laura, ¿cómo vuelves a casa?
- Llamaré a los padres de Paula, se ofrecieron para acercarme.
- Mete la maleta en mi coche, te llevaré yo.
- No, llegarás muy tarde a tu casa.
- Llamaré a mis padres, les diré que voy a acercarte a casa.
- ¿Saben que estamos saliendo?
- Todavía no. 
Ella sonrió. Fui al teléfono público del colegio mayor y llamé a casa. 
- Hola mamá, soy yo.
- Dime.
- Llegaré un poco más tarde de lo normal...
- Vale. Tu conduce con cuidado.
- No te preocupes. Hasta pronto.
Llevé a Laura a su casa, era un piso, vivía a poco más de una hora de la casa de mis padres. Me invitó a entrar. En el mueble que había en el pasillo, donde estaba el teléfono, había una foto. En ella salía una preciosa mujer rubia con un bebé en su brazos. Tenía una sonrisa y una mirada muy dulces. 
- Ésa era mi mamá -dijo Laura-.
- Eres su vivo retrato.
Ella empezó a llorar. La abracé.
- ¿Crees que estaría orgullosa de mí?
- Lo está. Allá dónde esté, estará orgullosa de tener una hija tan buena y tan buena estudiante. Eres el sueño de cualquier madre. Y de toda suegra...
- ¿Tu crees? -dijo sonriendo-. ¿Le caeré bien a tus padres?
- Estarán encantados.
- Bueno, es mejor que te vayas o llegarás tardísimo a casa. Cuando llegues al cuartel, escríbeme, por favor.
- Por supuesto. sólo estaré unos días en casa y después me marcharé al cuartel. No te preocupes.
Me despedí de ella. Salió a la ventana del piso y me hizo un gesto con su mano mientras me subía en mi Vitesse. Hacía poco que lo había pintado, de granate, por consejo de Laura. A pesar de que mi tío le había instalado un kit de carrocería bastante resultón, tenía un alerón estilo Sierra RS Cosworth que desentonaba un poco, pero decidí mantenerlo.


Cumpliendo mi palabra, cuando llegué al acuartelamiento, lo primero que hice tras instalarme fue escribirle una carta. Cuando la envié, la espera por recibir respuesta se me hizo eterna. El día en que el conserje gritó mi apellido seguido de la palabra correspondencia corrí como un poseso hacia su mostrador, cuando vi que el remitente era Laura, me invadió una alegría inmensa. Leí aquella carta unas cincuenta veces. La primera de las muchas que acabaríamos mandando y recibiendo.
Cuando por fin acabé mi estancia cuartelaria, volví a casa. Cada dos días Laura y yo nos llamábamos por teléfono. Eran conversaciones de corta duración, pero suficientes para matar la añoranza que el uno sentía por el otro.
Un día mi madre descolgó el teléfono y me llamó, era Laura. Fue una conversación corta, hacía poco que mi abuela había vuelto del hospital y ella quería preguntar cómo le iba. Al volver al salón, oí un momento de la conversación que mantenían mis padres.
- ... es una chica muy amable, preguntó si estaba el niño, al decirle que sí, me dijo "sería tan amable de ponérmelo". Le pregunté de parte quién y contestó que se llamaba Laura.
Al verme entrar, mi padre me miró interrogante.
- ¿Quién era?
- Una amiga, de la universidad.
- Te llama todos los días -dijo mi madre-. ¿Es compañera tuya de clase?
Me vi acorralado, se me subió el rubor a la cara y confesé.
- Bueno, es mi novia.
Mis padres se miraron entre si. Yo seguí hablando.
- Empezamos a salir juntos a principios de curso. Es muy buena chica.
Saqué una foto de carnet de ella que llevaba en la cartera y se la pasé a mis padres.
- Es guapa, muy guapa -dijo mi padre-.
- Y sus ojos son muy bonitos -añadió mi madre-. Parece muy educada. ¿Por qué no la invitas a tu cumpleaños a comer?
- ¿De verdad?
- Sí, que venga.
Corrí hacia el teléfono. Deslicé el dial del teléfono marcando su número. Tras dos o tres tonos, oí su voz.
- ¿Sí?
- Laura, soy yo.
- ¡Ah! Dime.
- Mi cumpleaños va a ser dentro de unos días...
- Sí, lo sé. Ya te compré un regalito...
- No, no es eso. ¿Quieres venir a comer a mi casa ese día?
- No sé... ¿qué opinan tus padres?
- ¡Ha sido idea de mi madre! Creo que te la has ganado...
- Vale, cuenta conmigo.
- Iré a buscarte. Un beso.
- Te quiero. Besos.
Hasta que llegó el día, estuve muy nervioso. Recogí a Laura en su casa a las 12 del mediodía. Estaba esperándome en el portal. Llevaba un vestido con un estampado de flores. Llevaba una bolsa blanca de papel. Estaba hablando con una mujer. Aparqué cerca de ellas, me bajé y me acerqué a Laura. Ella se giró llena de alegría al verme. Me abrazó con fuerza y me besó. Miró a aquella mujer y me habló.
- Mira, ella es Pilar.
- Encantado.
- Bueno, Pili -dijo Laura-. Te tengo que dejar...
- No te preocupes, ya nos veremos. Cuida de esta chica -me dijo-, es un diamante...
- Claro que sí. Encantado.
Laura me explicó que aquella mujer era la que se había casado con su padre y la madre de sus hermanas. Llevaban una relación de lo más fluida.
Al llegar al portal de la casa de mis padres, Laura me miró.
- ¡Vaya! ¡Qué bonita es tu casa!
- Gracias -dije mientras avanzaba despacito hasta la cochera-.
- Estoy muy nerviosa...
- Yo también...
- ¿Tenéis un Porsche en casa?
- No, debe ser una visita.
Aparqué al lado de aquel Porsche, era un 930, el Turbo, de color plata, con matrícula suiza. Lo miraba mientras daba vueltas a mi cabeza sobre quien podría ser su propietario.


- ¿Sabes una cosa? -preguntó Laura-. ¡Ya tengo el carnet de conducir!
- Enhorabuena. ¿Ya sabes que coche quieres comprar?
- Ojalá pudiera comprar uno. Bueno, podrías regalarme uno como éste...
Se echó a reír. Caminamos hacia la puerta, tan pronto como la abrimos, mi tío Antonio salió a recibirnos.
- ¡Sobrino!
- Hola tío. Ese Porsche que hay fuera, ¿es tuyo?
- Claro. Ahora hablamos de él. Primero preséntame a esta hermosa joven...
- Soy Laura. Encantada.
- El placer es mío -dijo mi tío, dándole dos besos-. Sobrino, vaya novia te has echado, una preciosidad.
Laura se ruborizó ante aquellos piropos. Mi tío siempre fue un bon vivant y un playboy. Mis padres y mis abuelos se acercaron.
- Bueno, familia, ella es Laura, mi chica.
- Encantada -dijo mi madre-. Nos han hablado mucho de tí...
- Espero que hablase bien de mí...
- Sí, claro. ¿Tu que estudias?
- Estudio Química.
- Ya nos han dicho que aprobaste todo con muy buenas notas. Bien hecho -dijo mi padre-.
- Gracias.
El resto de mi familia se acercó a presentarse. Laura le preguntó a mi abuela cómo estaba.
La comida trascurrió con normalidad. A la hora del postre, mis padres me dieron mi regalo de cumpleaños. Mi tío, arreglándose su pelo largo con una mano, empezó a hablar.
- Sobrino, aquí tienes mi regalo.
- Gracias.
Era una caja cuadrada. Estaba envuelto en un papel de regalo azul. Era un reloj, un TAG-Heuer Monaco. Lo miré emocionado y lo enseñé a mi familia.
- Tío, te tuvo que costar una fortuna, te has pasado.
- No creas. A los empleados nos hacen un descuento. Me alegro que te guste.
- ¿Trabajas en TAG?
- Sí, el Porsche puede considerarse coche de empresa. Tienen una especie de acuerdoy nos hacen descuento. Agradece a Brigitte la elección, que yo dudaba...
- ¿Quién es Brigitte?
- Bueno, es una amiga...
- Vamos, que por fin has estado la cabeza -terció mi padre-.
- Puede decirse que sí...
- Gracias tío -dije-, es una pasada.
- Mi regalo te parecerá un poco cutre -dije Laura-.
- No lo creo...
- Toma, feliz cumple -dijo sonriendo-.
Era una cazadora vaquera. Era muy bonita y me quedaba muy bien. Le dí un beso a Laura y me senté de nuevo en la mesa.
Ya habíamos acabado el segundo café cuando mi tío, copa de cognac en mano, me miró.
- Sobrino, ¿quieres probar mi coche?
- Me encantaría...
Él me lanzó las llaves.
- Disfrutadlo, pero a las ocho lo quiero de vuelta.
- Tranquilo. Lo cuidaré.
Laura y yo salimos hacia la cochera atravesando el jardín. Abrí el coche y le aguanté la puerta a Laura. Ella puso las manos de manera que el vestido no se subiera. Cerré su puerta y me subí yo.
- Es tan bajito que tengo miedo de que se me vea todo al bajar...
No pude evitar sonreír al oír aquello, ella dijo un "tonto" y me dio un golpecito en el brazo.
Arranqué el coche, sonaba de maravilla, no era muy fácil de llevar, el lag del turbo era considerable, pero tenía tanta fuerza que parecía que habíamos sido embestidos por un camión.
- ¡No corras! -dijo Laura-.
- Vaya, pensé que no tenías miedo a la velocidad...
- El día en que nos conocimos, me hice la valiente....
Ella sonreía. Bajé la velocidad y, tras unos diez minutos conduciendo, paramos en una terraza cerca de la playa. La camarera resultaba ser una antigua compañera de instituto.
- Me alegro de que te vaya bien en la vida. Menudo cochazo...
- No es mío, es de mi tío. Bueno, te presento a mi chica, ella es Marta, una antigua compañera de clase.
- Encantada Laura. Bueno, me alegro de verte tan radiante tío. Ya nos veremos.
Laura bebía su Coca-Cola por una pajita. La miraba y ella se sonrojaba.
- Me ha encantado tu regalo. Me queda bien, ¿no?
- Sí, te queda genial. ¿no te parece cutre?
- No, me encanta, ya ves que me la puse enseguida.
Ella sonreía. Decidimos volver a casa, Laura quería volver a la suya. Le devolví las llaves del Porsche a mi tío y Laura se despidió de mi familia. La llevé a su casa en mi Rover. Cuando llegamos allí nos despedimos con un beso. Le agradecí de nuevo su regalo y esperé a que ella entrase en su portal. Ella se despidió desde la puerta.
Al llegar a casa, mis padres y mi tío se disponían a cenar. Cuando me senté a la mesa, mi madre fue la primera en hablar.
- Laura es encantadora. Es una chica muy educada. Me gusta para tí.
- Gracias. Es muy buena persona.
Pocas semanas después volvíamos a las aulas de la universidad. Laura y yo volvíamos a estar juntos en casi todo momento. Era la mejor época del año para nosotros.


Laura falleció a los 71 años, víctima de una larga enfermedad. En todo momento demostró una entereza y una fuerza impropios de su estado de salud. "Devil" fallecía a los pocos meses, a raíz de una complicación cardio-respiratoria, aunque llevaba desde el fallecimiento de Laura sumido en una depresión. Por expreso deseo de Laura y de "Devil", una parte de sus cenizas fue esparcida en la bahía de Tokyo. El resto, descansan en el Castillo de Santa Cruz, en Oleiros, lugar dónde se prometieron.




FIN

miércoles, 18 de marzo de 2015

Capítulo 25: Tokyo, 2015.

Era una hora temprana, acababa de meter nuestras maletas en el maletero del GT-R. Laura llegó al garaje.
- ¿Qué haces?
- Meter el equipaje en el coche...
- Ya, pero es mejor que vayamos en el Audi, sino Cristina va a ir muy incómoda.
Tenía razón, saqué el equipaje del GT-R y lo metí en el Audi. Tenía la suerte de tener un garaje de ensueño. Gracias a mi trabajo, podía permitirme tener un Nissan GT-R V-Spec (R35), un Audi RS6 Avant, mi antiguo Fairlady Z32 y un Nissan 240Z que bauticé como "Sayumi" ("princesita" en Japonés). El 240Z fue un amor a primera vista, leí un anuncio de que se vendía uno, necesitaba una restauración completa y le faltaba el motor. Construí una réplica del Z432R, una edición limitada de los 70. Para eso, tiré de mis contactos en Japón, que me enviaron un motor de seis cilindros y dos litros procedente del GT-R "Kenmeri", una caja de cambios y un diferencial a juego, así como unos bonitos aletines atornillados y unas preciosas llantas RS Watanabe. Ese Z lo preparé y corrí con él algún rallye de históricos en la categoría de regularidad. Mi viejo Vitesse, descansaba en casa de mis padres, de vez en cuando daba una vuelta con él. Laura le tenía un cariño especial. A pesar de todo, y aunque conducía un auténtico deportivo como el R35 V-Spec, no olvidaba a mi antiguo R32. Me despertaba la curiosidad saber si aún existía o si languidecía en algún desguace.
Mi tiempo libre, aparte de restaurar aquel 240Z y de disfrutar de mi familia, también lo dediqué a construir maquetas. Hice réplicas de los coches de mis compañeros del Mid Night Club, el de Masao, Hiro, Kenji y también mi R32.
- Papá, ya estoy lista.
- ¿Tu madre dónde está?
- Revisando que todo queda en orden.
Tan pronto como acabó de hablar, mi hija se subió al coche y su madre apareció. Le abrí la puerta y arranqué. Aunque conducía coches potentes, había perdido aquel deseo de ser el más rápido de la autopista. Me seguía gustando conducir rápido, pero me reservaba para los circuitos de pruebas o para tandas en track-days. Miré a Laura, sonreía de manera nerviosa, los viajes en avión no la entusiasmaban. Cristina parecía algo nerviosa, desde el retrovisor la veía mandar mensajes de whatsapp.
- Dicen las niñas que tengamos buen viaje.
- Dales las gracias -dijo Laura-.
- ¿Tenéis ganas de volver?
Laura me miró, sonriendo, yo la miré. A pesar de que nuestra hija conocía gran parte de lo sucedido en Japón, ella no sabía que nos intentásemos divorciar. Encendí la radio, miré a Laura, ella como si me leyese el pensamiento, asintió.


- Cielo, dijo Laura, girándose hacia el asiento trasero, hay una cosa que no sabes.
- ¿El qué? -contestó Cristina-.
- Tu madre y yo tuvimos problemas en Japón, antes de que tu nacieras.
Laura me echó una mirada en la que podía leer que pusiera cuidado en lo que decía.
- Yo estaba metido en una banda de carreras ilegales. Un día se lo confesé, y le prometí dejarlo.
- Ahh.
Laura suspiró largamente, yo seguí conduciendo.
- Papá, una preguntita...
- Dime.
- ¿Cómo conseguiste que mamá te dejase ir de tandas a circuitos.
- Pues por que un circuito es más seguro que la autopista -dijo Laura-.
Llegamos al aeropuerto, al sacar las maletas, miré la pegatina del Nordschleife. Había ido el verano anterior. El sonido del teléfono me sacó de mis pensamientos. Era Paula, nos llamaba para desearnos buen viaje, como Laura tenía el móvil apagado me había llamado a mí.
El viaje hasta Tokyo fue largo, muy largo. Había sido agotador. Tomamos un taxi hasta nuestro hotel, al llegar llamé a Kazuma cómo habíamos acordado. A la tarde siguiente, quedaríamos para volver a vernos.
Al día siguiente, la mañana la dedicamos a hacer turismo por Tokyo. Cristina alucinaba, tenía la sensación de estar en otro planeta, lo mismo que había sentido yo en su día. No dejaba de sacarse fotos y selfies. Queríamos enseñarle una sala de juegos enorme, dónde había las máquinas que son una grúa para coger regalos. A diferencia de lo que se estila por aquí (peluches del todo a cien), allí los regalos eran muñecos de series manga. Cristina quería uno, lo intentaba con toda su maña, pero era imposible. Se le acercó una chica con uniforme de instituto, le sonrió y le pidió por gestos si le dejaba jugar. La chica sacó un muñeco a la primera, y se lo dio sonriendo. Mi hija me llamó para que hiciese de intérprete.
- Cris, la chica dice que te vio jugando y quería ayudarte. Es un regalo para tí.
Cristina se acercó a ella y le dio un abrazo, la chica no dejaba de sonreír. tenía una larga melena morena y unos ojos muy expresivos.
- Asuka, ¿has acabado ya?
Al oír ese nombre, me giré rápidamente. Era la madre de la chica. La mujer se quedó mirándome.
- ¿Devil? -preguntó confusa-.
- ¿Asuka?
Ella se acercó a mi cogiendo a su hija de la mano. Cuando estuvo en frente nuestro, hizo una reverencia. Le contestamos y ella empezó a hablar.
- ¿Has vuelto?
- Sí, pero por poco tiempo.
- Me alegro muchísimo de verte. Ya veo que nuestra hijas se han conocido. Un placer.
- Igualmente Asuka, cuídate.
Ellas se marcharon sonriendo. Laura me miró con curiosidad.
- ¿Quién era?
- En su día competí contra ella. Devil era mi apodo en el mundillo.
Creo que Laura notó que al hablar de mi paso por el Mid Night Club hacía sentirme avergonzado y dolido. Noté que me tocaba en el hombre.
- ¿Seguimos el paseo?
- Sí -dijimos Cristina y yo al unísono-.
Tras la comida, Kazuma vino a recogernos al hotel. Volver a nuestro antiguo barrio me produjo una sensación especial. La casa en la que habíamos vivido seguía igual. Miré al balcón, por un instante recordé el intento de suicidio de Laura. En ese momento sentí que las piernas cedían y tuve que apoyarme en el coche. Laura también estaba muy emocionada, se acercó a mí corriendo.
- ¿Te encuentras bien?
- Sí. Es la emoción. Acaba de venírseme a la cabeza un mal recuerdo...
- Ya...
Cristina sabía la historia del aborto y la depresión de Laura. Se acercó a nosotros y me abrazó, después hizo lo mismo con su madre.
- Mami, ¿estás bien?
- Sí. Es la nostalgia. Vivimos momentos malos, pero también muy felices ahí dentro.
Mientras decía eso, acariciaba el pelo de Cristina, luego la besó en la frente. Me miró, con aquella mirada me dijo más cosas que con palabras, dibujó una sonrisa.Siempre le dije que sería la mejor madre del mundo, lo había conseguido. Cristina y ella tenían una complicidad tal, que en muchas ocasiones su relación parecía más de amigas que de madre e hija, sobre todo en temas en los que cómo hombre, yo poco podía hacer. Eso sí, cada vez que la veía hablar de chicos, me entraba una sensación extraña y me preguntaba que intenciones tendría ese chaval para con mi hija.
Kazuma nos hizo entrar, fue bonito volver a ver a su esposa, a Naoto, hecho todo un hombre, y a su prometida y futura mujer, una joven tímida y muy bella. Recordando viejos tiempos, Kazuma me enseñó un vídeo desde youtube.


Salía su RX-7 fucsia. Pero en una escena, en un arcén durante una batalla, salía mi R32. También salía una imagen grabada durante la batalla contra Smokey, con mi R32 en cabeza.
- La gente aún nos recuerda y admira.
- Pues admiran un error.
- Lo sé...
Junto a Kazuma, había tenido algo de trato con Smokey. Kazuma sacó un periódico de la parte baja de la mesa del ordenador.
- Mira esto, por favor.
- "Vendo guitarras españolas recién importadas a buen precio. Son de buena calidad. Estaré en la Estación de servicio de Namiki de 00 a 3 am. Gracias.". Kazuma, no...
- Tranquilo, no es una batalla, sería una reunión. El delito ya ha prescrito, hay gente que quiere volver a verte.
- Quedamos en no volver a vernos nunca más...
- Por eso, sólo vamos a recordar viejos tiempos, seguramente nadie entenderá el mensaje. Le decimos a las mujeres que te llevo a tomar algo y listo.
Nos dirigimos hacia el salón, oíamos que las chicas hablaban entre ellas, Laura ejercía de traductora, lo estaban pasando bien.
- Laura, si me permites, voy llevar a tu marido a dar una vuelta.
- Sí, claro. No vengáis muy tarde.
- Podéis quedaros aquí a dormir.
- No creo que volvamos muy tarde, como mucho a las tres de la madrugada.
- Pasadlo bien.
Salimos de su casa y me hizo subir en su coche. Aún conservaba un FC3s de calle, sin modificar. Tras unos minutos, aparecimos en polígono industrial. Kazuma se bajó del coche y se acercó al portal, lo abrió y metió el coche dentro. Con las luces del coche apenas se podía distinguir unos bultos cubiertos con lonas.
- Tengo algo que enseñarte...
- ¿Qué?
- Es una sorpresa...
Encendió las luces de la nave. Allí estaban su coches del Mid Night, el paraíso de cualquier aficionado a los Mazda con motor rotativo. Destapó su viejo RX-7 FD fucsia. A su lado había otro coche tapado con una lona, se me hacía familiar.
- Haz los honores - me dijo extendiendo su brazo en dirección al coche-.
Obedecí, al destaparlo, me embargó la emoción y las lágrimas brotaron de mis ojos. Mi R32, estaba allí, impoluto, perfecto.
- Lo compré hace varios años, el chico que lo compró tuvo un accidente con él. Lo arreglé y lo conduje un par de veces. No parecía apto para mí. Lo arranco de vez en cuando y le hago el mantenimiento, pero no me atrevo a conducirlo rápido. Desea que sólo tú lo conduzcas.
Kazuma me lanzó las llaves. Me subí rápidamente, lo encendí. Volver a sentir la potencia de aquel motor, aquel sonido tan poderoso... era muy especial. Kazuma me hizo un gesto y lo saqué a la calle, el sacó su RX-7, al que yo apodé "chicle". Pusimos rumbo a la Wangan, tuve la tentación de darlo todo, como en mi época de Hashiriya, pero me conformé por darme un gustazo ligero y lo puse durante un minuto o dos a más de 180 km/h en un lugar despejado. Luego frené, aunque la Wangan seguía desierta, era peligroso.
Al llegar a Namiki, dos Z32 aparcados, ambos de color rojo. En uno, el conductor estaba apoyado a una puerta y fumaba un cigarrillo. ¡Era Kenji! Al verme, empezó a gritar.
- ¡Es Devil! ¡Ha vuelto! ¡Díos mío, ha vuelto!
Corrió hacia mi coche, tan pronto como me bajé me hizo una reverencia y me abrazó. De nuestros ojos brotaban lágrimas.
- Hiro, ¡ven! Es Devil.
Hiro se bajó del coche, se había afeitado el pelo. Sonreía.
- ¡Qué alegría volver a verte!
- Lo mismo digo.
Miré a Kazuma, habían ido a saludarlo a él también. Los saludos se vieron interrumpidos por el sonido de más motores. Estaban llegando Smokey, Toshi y otros miembros del club. Todos nos saludábamos emocionados. Vi que me trataban con muchísimo respeto y que todos deseaban volver a verme. Sin embargo, echaba de menos a alguien, a quien yo tenía más respeto y cariño como Hashiriya, Masao.
Llevábamos un rato hablando, de nada en concreto, emocionados por el reencuentro. El sonido de un motor Porsche hizo que nos girásemos. Era Masao. Cuando se bajó del coche, su cara seria dejaba paso a una amplia sonrisa, visiblemente emocionado se acercó a nosotros. Saludó con su mano al grupo, al acercarse a mí, me dio un fuerte abrazo.
- Lo has logrado Devil. Sobreviviste a aquella enfermedad. Cuando te vi llegar al hospital, pensé que no lo lograrías. ¿Cómo está tu mujer?
- Bien, tenemos una preciosa niña.
- Me alegro de oír eso. Caballeros, disculpen mi retraso, se le está acabando la batería al coche y le cuesta arrancar.
Su 911, conocido en Japón como Yoshida Special lucía como nuevo.
Empezamos a hablar de todo un poco. De pronto Toshi rompió las reglas del club.
- Bueno, ya que no seguimos compitiendo, ¿cuál es vuestro trabajo?
- Yo me dedico a la inmobiliaria -dijo Kazuma-.
- Yo tengo un taller. Antes llevaba el concesionario de mis padres -dijo Smokey-. Aunque creo que todos visteis mi detención en Reino Unido.


- ¡Es cierto! -dije-.
- Bueno, yo soy director de una oficina bancaria -dijo Toshi.
- Mi trabajo es más aburrido -dijo Hiro-, soy profesor en la universidad, de física.
- Yo soy dibujante de cómics -dijo Kenji-.
- Creo que falto yo -dije-, soy ingeniero mecánico. Trabajaba en Nismo en la época del Mid Night Club...
- Con razón eras tan jodidamente rápido -dijo Hiro dándome un codazo suave-. Sabes una cosa: tu récord en la Wangan sigue imbatido.
En aquel momento, sentí una mezcla de orgullo y vergüenza.
Unos chicos se acercaron a nosotros.
- ¡Sois los Mid Night Club! Una leyenda...
- Sí, lo somos -dijo Toshi-. De eso hace mucho tiempo. Ya no corremos.
- Da igual, sois unos mitos. Están todos, ¡hasta el Devil R32!
Los chicos nos hicieron cientos de preguntas. Pronto nos sentimos incómodos y decidimos marcharnos. Al guardar el coche en la nave de Kazuma, él me vino a hablar.
- No contaba con que viniesen todos.
- Yo tampoco...
- Oye, quédate con el GT-R. Yo no lo uso nunca.
- No, me gustaría que se quedase en Japón. Es su tierra. Sé que está en buenas manos.


Mientras volvíamos, noté que había hecho lo correcto, lo qué pasó en Japón, que quede allí. Llevar el R32 para España, supondría desenterrar fantasmas. Volví con Laura y con Cristina al hotel.
- La mujer de Kazuma me ha dicho que tiene tu antiguo R32...
- Sí, me lo ha enseñado, los chicos del Mid Night Club han venido a verme. No hemos corrido, tenemos ya una edad y no somos unos inconscientes.
- ¿Lo has disfrutado?
- Sí, de una manera diferente, más personal. Lo he conducido, pero no he sentido esas ganas de exprimirlo a fondo, sería una locura.
Ella me miró sonriendo, Cristina parecía adormilada.
Durante la boda de Naoto, miré a Laura varias veces. No paré de agradecer que fuese ella la que me separase de la Wangan, gracias a ella, ahora me consideraba mejor persona. Por muy mal que lo hubiéramos pasado, todas las cosas que nos sucedieron me hicieron comprender que mi vida debía girar en torno a ella, no sobre un R32 de más de mil caballos. Gracias a ella, tenía el mejor regalo de todos, una hija preciosa y una segunda oportunidad.
Ya habíamos embarcado en el avión, Cristina traía miles de fotos del viaje. Laura le tiene miedo a volar, por lo que se aferraba a mi mano con fuerza. La miré, ella me devolvió el gesto y sonrió de manera nerviosa. Cristina iba sentada a mi derecha, al lado de la ventanilla, observando el paisaje.
- Gracias -dije a Laura susurrando-.
- ¿Por qué?
- Da igual, son cosas mías.

domingo, 15 de marzo de 2015

Capítulo 24: Quédate conmigo.

Un efecto que tenían en mí los hospitales era la pérdida completa de la percepción espacio-tiempo. A decir verdad, mi grado de consciencia era bastante bajo, así que la realidad que me rodeaba me llegaba muy distorsionada. No sé cuanto tiempo estuve en urgencias, ni cuanto tiempo pasó desde que llegué al hospital hasta que me subieron a planta. Ni los días que estuve allí antes de recibir medicación alguna, mientras los médicos me hacían pruebas para averiguar qué pasaba en mi cuerpo.
A pesar de que debieron de inyectarme algún tipo de calmante o similar, ya que no tenía aquel malestar continuo, pero sí que había un gran malestar que me atormentaba muy amargamente: Laura.
No sabía nada de ella, no me había llegado ningún tipo de notificación de la embajada... y la echaba de menos con toda mi alma. En aquel momento no me importaba nada, sólo ella. Tenía muy claro que se acercaba el final de mi vida, lo más seguro es que nadie supiese nada de mí, ni Laura, ni mis padres... y menos aún Masao, que a pesar de trabajar en el mismo hospital, mantendría su pacto y evitaría cualquier contacto conmigo.


Me imaginaba que estaba solo en aquella habitación, ya que no oía voces, ni visitas de un posible compañero de cuarto. Alguna enfermera que venía a verme encendía la radio o la televisión, no sé, pero supongo que lo haría para evadirse un poco de la que -supongo- era una imagen no muy agradable.
Un día que me encontraba mejor, a la mañana, o lo que a mí se me antojaba mañana, ya que fue la hora a la que la enfermera me dio el desayuno y abrió la persiana de la habitación. Cuando acabaron de atenderme, volvió la soledad. Miré a la ventana, vislumbré aquella visión con dificultad, lo veía todo como rodeado por un halo blanco. En aquel momento noté una gran serenidad, como si fuera una señal de mejoría cercana a la muerte. Cerré los ojos y me dejé deslizar por la cama, seguía notando una tranquilidad y paz especial. En ese momento en el que caí como adormilado, noté que la puerta se abría. Oí voces, que apenas podía distinguir.
- Es aquí.
- Muchas gracias.
Oí unos pasos que parecían acercarse a mi cama. Notaba una presencia, un olor especial, me parecía un perfume femenino. Todo estaba en silencio, pero creía oír una respiración, sonaba entrecortada. Todo aquel silencio se rompió de repente.
- ¡Dios mío!
- Laura... ¿eres tú?
- Sí, cielo, soy yo. Tranquilo, no hables.
Noté que una de sus manos me acariciaba un hombro. Oí un ruido, parecía que había movido la silla, también me pareció oír el ruido de ella al sentarse. Tras eso, un largo suspiro y lo que me pareció llanto. Giré mi cabeza para verla, tenía su cabeza entre sus manos, su melena apenas me dejaba ver sus manos.
Volví a caer en aquella especie de letargo. Tiempo después me despertó el ruido de unas ruedas que supuse sería el carrito que traía la comida. Entre Laura y la enfermera me incorporaron en la cama.
- Ya le doy yo la comida -dijo Laura-. Gracias.
- De nada. Buen provecho.
Miré a Laura, no pude evitarlo, rompí a llorar. Ella intentó ser algo más fuerte que yo, pero me pareció ver una lágrima recorrer su mejilla. La veía con la cara desencajada, parecía triste.
- ¿Cómo has sabido qué estaba aquí?
- No importa. ¿Ya te han dicho algo los médicos?
- No. Pero creo que ya sé lo que me pasa.
- ¿Qué?
- Esto es cáncer. Algo me está devorando las entrañas.
Ella rompió a llorar con fuerza.
- ¡No digas eso!
- Me lo tengo bien merecido.
- No digas tonterías...
Ella siguió dándome de comer, su mirada parecía triste. A pesar de sus ánimos, creo que ella tenía tan claro como yo que a mí me quedaba poco en este mundo. Hice un rápido examen de conciencia. Si a alguien había hecho daño, era a ella.
El tiempo pasó de manera muy lenta para mí, no sé cuántos días pasaron, pero un día llegó un médico a la habitación. Laura estuvo siempre a mi lado.
- Creo que hemos encontrado la causa de su enfermedad.
- ¿Es cáncer? -dije-.
- Por suerte, no. Se trata de una anemia perniciosa. Lo primero que necesita es una transfusión de sangre, o varias. No se preocupe.
- Mi sangre sería compatible -dijo Laura-. Pero... no puedo donar.
- No se preocupe, tenemos sangre más que suficiente en el banco.
El doctor se marchó. Miré a Laura, ella parecía tener la mirada perdida en algún punto de la pared.
- Laura.
- Dime.
- ¿Por qué no puedes donar sangre?
- No importa...
- ¿Cómo te has enterado de que estoy aquí?
- Vine a una consulta...
- ¿A cuál?
- Vale. Vine a una revisión con el doctor Yoshida. Él me dijo que estabas aquí, preguntó por tí.
- ¿Has ido por casa?
- No.
- Sólo quería saber si había llegado alguna notificación de la embajada.
- No, todavía no entregué los papeles, no he tenido tiempo.
En ese momento ella me miró. Por unos segundos esbozó una sonrisa.
- ¿No quieres saber por qué he venido a la consulta del doctor Yoshida?
- Sí.
- Estoy embarazada.
- ¿De veras?
- Sí. Por eso no quise entregarlos en la embajada. Me parece que esta criatura tiene derecho a conocer a su padre.
La miré, una lágrima caía de sus ojos. Suspiró y me miró.
- Si quieres conocerlo, tendrán que cambiar muchas cosas.
- Tranquila, el Mid Night Club se ha disuelto. He vendido el R32. Las batallas, las salidas de casa a medianoche y todas aquellas historias se han acabado. Tardé mucho tiempo en comprender que con todo eso estaba haciendo daño a la persona más importante de mi vida.
La miré a los ojos, moví mi mano buscando la suya, ella la acercó, entrelacé mis dedos con los suyos, noté el roce de mi piel con su alianza.


Ella parecía emocionada.
- ¡Laura, te echaba tanto de menos! ¿Podrás perdonarme algún día?
- Claro que sí. También te he echado mucho en falta. Estos días, a pesar de sentirme muy engañada, tampoco pude olvidar todas las cosas buenas que hiciste por mí. Creo que te daré una segunda oportunidad, aunque no la mereces mucho...
Esa última frase la dijo con una mirada y una voz muy dulces. Se levantó de la silla, se acercó a la cama y se sentó sobre ella. Se acercó a mí sonriendo y me besó. Sonará cursi, pero en aquel momento noté en mi interior una mejoría espectacular. Hasta aquel momento, pensé que la había perdido de mi vida. Tras ese momento, ella sacó la carpeta que contenía el acuerdo de divorcio y la rompió en cuatro trozos que tiró a la papelera.
- Gracias por no dejarme solo -dije-.
- Cuando me dijiste que ojalá conociese a alguién que me tratase como me lo merecía, comprendí lo mucho que me querías. Tu no sueles decir esas cosas para quedar bien.
Volvió a dedicarme una de sus sonrisas antes de acariciarme la cara.
El resto de días que permanecí en el hospital fui notando una mejoría constante. Ya me atrevía a salir a dar pequeños paseos por el pasillo, bajo la atenta mirada de Laura, incluso había ganado algo de peso.
Vi un par de veces a Masao por los pasillos, pero nuestras miradas se esquivaban, como si ambos sintiésemos una profunda vergüenza por lo que habíamos hecho. Sólo hablé una vez con él, se interesó por mí y por Laura.
Cuando recibí el alta, a los pocos días fui a recoger todas las cosas de Laura al apartamento en el que vivía. No podía hacer muchos esfuerzos, pero ayudé todo lo que pude. Dí en Nismo la noticio de que quería unirme al proyecto de IHI en España. Me despedí de mis compañeros de trabajo, uno a uno. El que hasta aquel momento había sido mi jefe se comprometió en enviarme el Z32 a España. Recogí mi despacho y me marché haciendo una fotografía mental del lugar.
Poco tiempo antes de volver a España, Laura ya estaba a la mitad de su embarazo. Nunca estuve tan pendiente de ella. En una semana volveríamos a España, nuestra casa era un lío de las cajas y paquetes que aún quedaban por enviar. Decidimos hacer una foto para recordar los años que estuvimos en la tierra del sol naciente. Nos habían regalado unos kimonos que nunca habíamos usado y nos parecía buena idea ponérnoslos para aquella foto. Los guardamos en una bolsa y nos los llevamos a un estudio de fotografía. Al llegar allí, la joven dependiente me saludó con gran simpatía, llevaba un cartelito con su nombre, también se llamaba Asuka.
- ¿En qué puedo ayudarles?
- Nos gustaría sacarnos unas fotos.
- Claro, acompáñenme.
- Verá, nos gustaría poner unos kimonos. ¿Sería ofensivo para su cultura? -dije-.
- No -dijo la dependiente sonriendo-. Siempre y cuando los pongan y traten con respeto.
Nos los pusimos, con ayuda de la joven. Procuramos no apretar demasiado la faja del de Laura. El día que recogimos las fotos, me quedé hipnotizado con ellas. Laura salía espectacularmente bella, con una sonrisa enorme y una mirada muy especial, más luminosa que nunca.
Pocos días después, ya estábamos embarcando de regreso a España. de camino al aeropuerto, pasamos por la Wangan. El Daimyo no Wangan la recorría por última vez. Nuestro vecino, Kazuma, se había ofrecido a llevarnos en una furgoneta de su empresa, una inmobiliaria. Durante aquel trayecto, me pareció oír el potente sonido de un motor al límite de sus revoluciones, al mirar por la ventanilla, sólo vi un montón de key-cars.
Ya habíamos embarcado en el avión, Laura enseño un certificado médico a una azafata para avisarla de que estaba embarazada.
Miré por la ventanilla del avión y agarré la mano de Laura, nos miramos a los ojos y en ese instante noté que era el hombre más afortunado del mundo, un hombre que tenía la suerte de contar con una segunda oportunidad.


Tras ver por última vez el paisaje por la ventanilla, Laura me llamó.
- ¡Mira! No te se te hace conocida esa canción que suena?
- ¡Oh! ¡Es de la película Lady Snowblood!
- Es muy bonita.
Meses después, Laura dio a luz. Una niña preciosa, un bebé que cuando lo tuve en mis brazos me hizo sentir un instinto de protección. Tanto Laura como yo teníamos miedo sobre nuestras aptitudes como padres. La bautizamos con el nombre de Cristina, ya que para Laura y para mí ese nombre evocaba a personas muy especiales que, por desgracia, ya no estaban entre nosotros (su madre y mi abuela).
Esta ha sido la historia de mi vida durante mi estancia en Japón, algo bonito de recordar mientras guardo las maletas antes de volver a visitar la tierra del sol naciente.
Ahora mismo, yo ya no soy aquel joven ingeniero, Laura sigue siendo la bellísima mujer de mi vida, y Cristina, una preciosa adolescente que es el vivo retrato de su madre, que ahora se dispone a acompañar a sus padres en el que será el viaje más largo de su vida.




Continuará...